lunes, 20 de julio de 2015

Preciosidad

Por la mañana, temprano,  siempre era la misma cosa renovada: despertar.
Lo que era lento, extendido,  vasto.
Ampliamente abría los ojos.
Tenía quince años y no era bonita; pero por dentro de su delgadez existía la amplitud casi majestuosa en que se movía como dentro de una meditación. Y
 dentro de la nebulosidad, algo precioso.
Que no se desperezaba, que no se comprometía,  no se contaminaba.
Que era inmenso como una joya...Ella.

Hoy la que escribe se llama
Clarice Lispector