¿Qué hacen las abejas en los días de viento fuerte? En realidad, la pregunta debería extenderse a todos los insectos voladores. Tienen un cuerpo tan chico que resulta imposible creer que soporten volar conttra la corriente. Tal vez es así y son una especie de salmones del aire, tal vez no.
A su vez, su zumbido, ¿no se confundirá con el ruido del viento? Un viejo barbudo una vez me dijo que los días ventosos eran e momento más propicio para que el viento y los insectos compartan sus secretos. Aparentemente, para burlar la curiosidad del hombre, el viento esparce un rumor indescifrable para los dormidos, que solo llega a los oídos de los más pequeños, quienes también le contestan. Por esta razón el hombre sigue preguntándose cosas como ésta. Es posible que esta historia no sea cierta, es posible que sean solo historias de abuelos a sus nietos. Pero más allá de que sea posible o no, no cambia que nos sigamos preguntando. Siempre seguimos preguntando, como si todo este misterio nos fuera ajeno. El miedo no deja al hombre entrar en ese misterio.
Lo más triste es que esto se nos ocurre cuando en un día terriblemente ventoso una abeja amaga con posarse en el pie. Rodea todo el cuerpo, pero no se atreve a posar. Quizá sabe que yo no tengo ni pista de esos secretos; pero igual, ella está aquí, zumbando. Puede que si sigue aquí, es porque todavía tengo curiosidad, porque tal vez desgraciadamente hace mucho dejé de pensar que aquellas historias son solo cuentos de abuelos.
Luciérnaga
Luciérnaga